El dos de julio venidero llegarán a feliz término las actividades docentes televisivas y toda una etapa de intenso quehacer para garantizar la vitalidad, preservar la calidad y favorecer el avance del curso escolar 2020-2021, a pesar del duro azote de la pandemia en gran parte de la geografía cubana.
Asegurar la continuidad de los servicios educacionales a partir de la combinación de diferentes modalidades de atención educativa y el trabajo comunitario a nivel de consejos populares, ha constituido prioridad en un periodo, signado por el fuerte rebrote de la COVID-19, que ya a mediados de enero llevó a suspender las clases en no pocos territorios, incluidos los 15 municipios de La Habana.
No es poco lo que se ha hecho desde la escuela y todo ese sistema educativo bien estructurado con que cuenta el país, pero también por otros organismos, organizaciones, en la comunidad y, claro está, por las familias, en aras de acompañar y complementar el descomunal esfuerzo realizado para preparar y ofrecer durante meses una programación docente televisiva tan abarcadora y -vale decirlo- costosa.
Más allá de la pequeña pantalla y como refuerzo de las trasmisiones, se han abierto vías desde la virtualidad y así, por ejemplo, al alcance de un clic, listas para ser descargadas, están las teleclases en el sitio web oficial del Ministerio de Educación y en el portal CubaEduca, e igual fue desarrollada la aplicación para móviles MiClaseTV y permanece activo el servicio de repasador en línea.
Mucho han contribuido las tecnologías de la información y las comunicaciones al empeño de mantener vivo el curso, y no por tozudez o capricho, sino con clara conciencia del efecto protector y compensador, el valor de la actividad escolar en la vida de niños, adolescentes y jóvenes y la importancia de, en una situación como esta, buscar alternativas para asegurar su continuidad.
Incontables son los grupos de Whatsapp creados, incluso por los educandos y las familias como redes de apoyo, para intercambiar entre ellos, y esos otros abiertos como canal de comunicación hogar-escuela y para la conexión del maestro con sus alumnos, esencial e insustituible en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Hablamos de los docentes, y muy activos que han estado en este periodo, durante el cual se han mantenido vinculados a su colectivo y sus discípulos y han asumido el cuidado de su escuela y cumplido importantes tareas asignadas por los consejos de defensa, sin por eso descuidar su preparación ni dejar de seguir atentamente la programación docente televisiva, con la mira puesta en el ansiado momento del retorno a las aulas.
Para la escuela cubana y los educadores habrá llegado entonces la hora de enfrentar el desafío mayor, porque tan heterogénea es la realidad, tanta es la diversidad de situaciones, incluso en un mismo territorio, que como nunca resultan imprescindibles la flexibilización y contextualización que constituyen pilares del III Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación, premisa para las adaptaciones curriculares sobre las cuales fue diseñado este año académico.
Implementarlas será tarea de cada institución educativa, sus directivos y docentes, que han de modelar una organización escolar que se parezca a sus alumnos y responda a sus necesidades, al hacer las dosificaciones y adecuaciones y al definir los tiempos y acciones para profundizar, ejercitar, consolidar, sistematizar y hasta introducir contenidos nuevos, de modo tal que los objetivos sean vencidos y los muchachos logren salir airosos de esta prueba.
Para esto, hace falta contar con un diagnóstico personalizado y en esa caracterización se ha trabajado duro en esta etapa a nivel de consejos populares, como parte de una estrategia que involucra, no solo a la escuela y las direcciones municipales de Educación, sino también a las organizaciones estudiantiles y de masas, los propios presidentes de los consejos, delegados de circunscripción y otros actores sociales.
Y no se trata solo de identificar los problemas, sino de ayudar a resolverlos: ofrecer la ayuda individual que precisan los educandos con mayores dificultades, capacitar y orientar a las familias, atender las diferencias.
Dicen, y con razón, que cada casa es un mundo, y hogares no faltan donde no hay televisor o está roto, o son varios los hijos y muchas las actividades docentes, y eso complica más las cosas.
Pero, como afirmó en reciente comparecencia en el espacio radiotelevisado Mesa Redonda la Doctora Ena Elsa Velázquez, ministra de Educación, lo que debe evitarse es que cuando en septiembre se reanuden las clases de manera presencial, haya alumnos que no vieron ni una actividad docente televisiva.
Si no cuentan en casa con el equipo o con las condiciones imprescindibles para concentrarse y poder asimilar los contenidos, pues se ha dispuesto que acudan a la escuela más cercana, pues hay ahí aulas habilitadas y personal presto a ayudarlos a recuperar el tiempo perdido y a borrar la distancia que en el orden académico los separa del resto de sus compañeros.
Visitas a los hogares y otras acciones enfocadas en la atención a los educandos y la orientación psicopedagógica a las familias, seguimiento y apoyo a las actividades docentes televisivas desde las radioemisoras locales y los telecentros: de muchas maneras se trata de allanar el camino para ese retorno a la escuela luego de las vacaciones de verano.
Juntas, escuela, familia y comunidad son imparables, y los frutos de tal alianza y del trabajo de estos meses se verán del primero de septiembre al 22 de enero próximos, a lo largo de las 19 semanas reservadas para la reanudación presencial, desarrollo y cierre del curso escolar 2020-2021 en la mayor parte del país.