Aunque warheroes era la denominación que los estadounidenses dieron a los mambises y significaba héroes de guerra, la cubanización del término guajiro, similar a la pronunciación de la palabra en inglés, derivó en el concepto de persona de campo, campesinos. Los interventores de 1898 no serían conscientes de que hoy sus warheroes (guajiros) librarían una contienda de otro tipo, que lucha contrarreloj, ya no por la independencia, sino por la salud de su pueblo.
Hay muchas manos sumadas en estos tiempos difíciles; unas salvan mientras otras labran la tierra y siembran vida y estabilidad para aquellos que, lejos de los campos, toman precauciones para mantenerse a salvo.
Es el momento de la responsabilidad colectiva, algo que los campesinos cubanos aprendieron desde aquella Ley de Reforma Agraria que les entregara el derecho en 1959, así como depositó en ellos el deber que cumplen hoy con determinación: producir para el pueblo.
Las de ellos son manos que nunca descansan y heredan a quienes les contemplan, esa voluntad de salir adelante y no detenerse por escaseces y dificultades que las condiciones puedan presentar. Saben que Cuba cuenta con ellos, sus familias también, y esa dualidad de compromiso y protagonismo los hace ser esenciales y reconocidos en la labor constante que realizan.
Con sus dedos labran la tan añorada sostenibilidad que hoy se presenta como único recurso para subsistir como país. En sus espaldas descansan la confianza del pueblo, la necesidad de obtener de los campos todo cuanto pueda regalarnos y la certeza de saberse cosechadores de futuro para una nación entera que deposita en su trabajo toda esperanza.
Antes, en otras guerras, hijos de campesinos subestimados por los enemigos invasores, hoy padres de profesionales y dueños de la tierra, han sabido aprender la sapiencia que la experiencia ofrece y cultivar también el conocimiento para amansar los suelos, extraer su fruto y reponerle vitalidad para próximas cosechas.
Han aprendido a escuchar con oído receptivo a las nuevas generaciones para insertarse al desarrollo tanto como han podido y otras muchas veces han echado mano de sus arados, sus bueyes y sus instrumentos, para no dejara caer lo que el sudor de la frente y el esfuerzo del bolsillo les prometía como recompensa. Ese es el verdadero sacrificio por la labor de cada campaña.
Madrugadores, hombres y mujeres de palabra, ceños fruncidos por el sol, andares ligeros y saberes acumulados, nuestros guajiros enfrentan plagas y eventos meteorológicos y sortean burocracias para reafirmar la entereza que ponen en cada siembra.
En estos tiempos difíciles han encontrado nuevas voces e imagen para su desempeño al donar para los enfermos y necesitados, con la misma entrega que cumplen cada contrato y el vigor con que exigen sus derechos en los espacios donde sus necesidades son escuchadas.
Son otras generaciones de guajiros, todos cubanos, prestos a hacer lo que sea mejor para su pueblo y sus familias; un nuevo tipo de «warheroes» que junto a toda Cuba ponen sus manos para luchar por la vida.