«Decididamente mi salario se esfuma, casi ni toca el bolsillo». Así me confesó hace unos días un jubilado de la Empresa de Transporte de la provincia pinareña. El señor trabajó más de 40 años, y hoy, los 1 528 pesos que recibe no le alcanzan ni para un cartón de huevos.
Conversar con él, nos hizo pensar más en esa parte de la población que tanto nos aportó, y que hoy nos sigue dando.
El alza de los precios de los productos -elementales y los que no tanto, pero que dan calidad de vida- constituye en estos momentos en Cuba, no solo una preocupación, sino uno de los problemas más acuciantes de la sociedad.
En realidad, la situación económica por la que atraviesa el país y la escasez de producción, y por tanto de mercancías, trajo consigo una inflación desmedida, que por consiguiente lastra el poder adquisitivo de la población, sobre todo, de la parte más desprotegida o vulnerable: los ancianos, jubilados o no.
A esta tendencia de incrementos abismales de precios, se une un fenómeno mucho peor, y lo digo con dolor, hoy existen cubanos que lucran, y obtienen enormes dividendos, amparados en las escaseces, y cuando falta un producto necesario, como por ejemplo el pan, entonces es cuando se extreman.
Lo anterior lo hemos visto por estos días. Fabricantes que deben ganar un “premio” por elaborar una unidad de pan minúscula, hueca y casi sin harina y grasa, y para colmo insípida. Luego, sigue el proceso, y otros “innovadores” echan ocho de esos ejemplares en una jaba, y los comercializan a precios escandalosos, como si fuera oro.
En tiempos de escasez, puede que cada mañana, y según el lugar y la distancia, el producto suba entre 10 y 50 pesos.
Pero esos mismos comerciantes o “emprendedores” son los que tienen a sus hijos en escuelas, círculos infantiles, los que son atendidos en consultorios y en hospitales, con los recursos que existen, pero reciben igualdad de tratamiento que los demás pobladores, o al menos, a eso tienen derecho, según la Constitución de este país, que está contemplada y basada en la igualdad de todos.
Pero esos mismos “comerciantes” son los que recibieron por más de medio siglo los servicios, en todas las esferas de la sociedad, de una generación que hoy se desvanece en sus últimas décadas de existencia, y que se debate en cómo lograr satisfacer sus elementales necesidades.
Puse el ejemplo del pan, pero pasa con muchos alimentos, y desgraciadamente, no solo son las mipymes ni los trabajadores por cuenta propia, también las entidades estatales, que con producciones o iniciativas menguadas, buscan ser “eficientes” con precios altísimos.
Mientras, la población se debate en cómo alargar o en cómo coser los agujeros de sus bolsillos, a ver si los salarios le rinden y logran llegar a fin de mes.
La desconexión entre precios y salarios es tarea vieja en Cuba, pero ahora esta brecha se ha hecho superior. Las causas son bien conocidas, y se agravan por una situación económica mundial que estuvo asociada a una etapa de pandemia y pospandemia, y en Cuba en lo particular, por el bloqueo del gobierno estadounidense. Esas son realidades que no podemos obviar, pero…
Y aclaro, no es que esté en contra de las mipymes ni de los trabajadores por cuenta propia, y mucho menos que los responsabilice con el presente y futuro de los más desvalidos, no, pero sí de que se aprovechen de los momentos de crisis para levantar precios, y de que habilidosamente los productos bajen su gramaje, a la vista de todos.
Eso no es mercado ni ley de oferta y demanda, es oportunismo, amparados en el desorden que existe en los precios, que para nada, con la devaluación de la moneda nacional, tienen que ver con lo que ingresa la población.
Este desequilibrio ha sido imposible de arreglar ni por los economistas, lo sé. En especial, porque falta producción. Hoy muy pocas de las iniciativas que han surgido se dedicaron a generar bienes, y a producir de manera extensiva e intensiva, y en realidad, eso es lo que se necesita, al ser la única forma de incrementar las ofertas y servicios.
Pero insisto, lo que más mortifica es la indolencia y ver cómo se “machaca” y se abusa de los otros de forma tajante y sin miramientos, fundamentalmente, repito, en tiempos de crisis.