Efectivamente, en la tarde-noche del pasado domingo se cerraban las cortinas del teatro Milanés, pero ello no significaba el final de nada, diríamos más bien un nuevo comienzo, o mejor, una nueva etapa en la ya fecunda historia de esta verdadera joya de la escena cubana. Y lo digo porque al terminar el espectáculo el ferviente público que colmó la sala y que ovacionó a todo el elenco se quedó sentado como esperando otra, otra… y otra oportunidad de saborear ese inconfundible gusto que el legítimo arte nos deja.
Esa fue la percepción que tuve como parte de ese público agradecido, muy agradecido, porque aquella función de ballet nos devolvió el aliento y la esperanza. Me sentí pleno y todavía en el portal como pinareño interactuaba con otros que habían experimentado similar estado emotivo.
El programa fue muy variado y dinámico: se pudo transitar por la cuerda más clásica con el pas de deux de La fille mal gardée, en el que se integró el BNC y el de Camagüey, con ese refinamiento que distingue a la pieza; y por las coreografías tan fuertes, vitales y originales de Acosta Danza, tendiéndose el necesario puente con Danza Contemporánea de Cuba y Vals, creación del inigualable Alberto Méndez, que constituye una muestra paradigmática de la perfecta armonía entre música y movimiento. Toda una gran fiesta para nuestros ojos que se desplazaban inquietos de un ángulo al otro del escenario, en el afán de no perder ni un detalle.
Gracias merecen los artistas que nos ofrecieron una función de lujo, pero gracias también para el Consejo Provincial de las Artes Escénicas, la Dirección de Cultura en el territorio y todos… absolutamente todos los que pusieron su voluntad para que Pinar del Río no perdiera la oportunidad única de ser sede del Festival Internacional de Ballet. La propia y archiconocida tradición danzaria de la más occidental de las provincias cubanas así lo merecía y reclamaba. Saldada está entonces la deuda.
“Complacido y comprometido de que volverán”, fueron las palabras que leí en un lindo mensaje de José Miguel Caveda, presidente del Consejo, por Facebook. ¡Qué bueno! ¡Tremendamente bueno! Y si faltaran las condiciones para atender y hasta hospedar a nuestros invitados, me atrevo a decir, en nombre de mis coterráneos, que no faltará un hogar que los acoja con la hospitalidad tan característica en Vueltabajo.
Si Ian nos dejó la huella indeleble de devastación y tristeza, vino el Ballet para reafirmar, en palabras de David Lynch, que “El arte no cambia nada, el arte te cambia a ti”.
Esperemos que más temprano que tarde reabran las puertas del coloso de la arteria principal de la ciudad y que de nuevo SUBA EL TELÓN. Allí nos veremos.