A pesar de tantos contratiempos, carencias y escaseces de todo tipo se efectuó en la capital cubana del 28 de octubre al 10 de noviembre la 28 edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana «Alicia Alonso»
Del 28 de octubre al 10 de noviembre se efectuó en la capital cubana la 28 edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana «Alicia Alonso».
Parecía imposible: primero un fallo en el Sistema Eléctrico Nacional, que dejó a casi todo el país sin electricidad durante varios días. Luego un huracán que causó estragos, y volvió a dejar a gran parte del país (sobre todo Occidente) con serios problemas en el sistema eléctrico…
Es fácil inferir, entonces, las muchas afectaciones que los «apagones» y las severas inclemencias atmosféricas conllevaron.
Por eso, durante toda la gala de clausura, en la Sala Avellaneda, recordé a aquella señora de aspecto muy humilde, que en medio de una oscuridad que parecía eterna, me interceptó un atardecer, y casi implorante me preguntó: –Tendremos Festival, ¿verdad? ¡No lo vayan a suspender, que ahora más que nunca, nos hace mucha falta!
Y sí, a pesar de tantos contratiempos, carencias y escaseces de todo tipo, hubo Festival Internacional de Ballet de La Habana «Alicia Alonso».
Fueron dos teatros: el Nacional –con sus salas Avellaneda y Covarrubias– y el Martí, funcionando casi al unísono. Y el público amante de la danza, que cada dos años espera con ansias el Festival, pudo disfrutar de 20 espectáculos en diez días de funciones, que incluyeron 36 nuevas obras, de ellas seis estrenos mundiales, y 30 estrenos en Cuba, de manera parcial o total.
¡Qué placer reencontrarnos con entrañables figuras de gran significación en la danza, como la inglesa Maina Gielgud, en esta su cuarta visita a la Isla! O tener el privilegio de asistir a una clase, a un ensayo, o simplemente escuchar las mil y una anécdotas de Azari Plisetsky, un ruso de nacimiento que nos pertenece por derecho propio, y sin cuyo nombre no puede escribirse la historia del ballet cubano.
Tuvimos la actuación de agrupaciones danzarias cubanas: el Ballet Nacional de Cuba (BCN) –anfitrión del evento–, Danza Contemporánea de Cuba, el Conjunto Folklórico Nacional, Lizt Alfonso Dance Cuba, Micompañía, la Compañía de Danza Malpaso, Otrolado Dance Company y representantes del Ballet de Camagüey y del Ballet Laura Alonso. También hubo dos compañías extranjeras: Anajnu Veatem-Compañía de Danza Judía en México, y la Compañía Colombiana de Ballet, Incolballet.
Gozamos nuevamente del arte de admirados bailarines, como los rusos Semyon Chudin, del Ballet Bolshoi, con su elegancia natural de auténtico danseur noble; o el explosivo Daniil Simkin; y del español Joaquín de Luz.
Disfrutamos del debut en la Isla de notables figuras internacionales como la mexicana Elisa Carrillo o el brasileño Marcelo Gomes; y de bailarines del Ballet Mariinsky y el Teatro Mijailovsky, ambos en San Petersburgo; del Ballet de Burdeos y del Ballet Preljocaj (Francia); del Ballet de la Ópera Estatal de Dresde, del Ballet Estatal de Baviera y Ballet Estatal de Berlín (Alemania); del Ballet de Zúrich, de Les Grands Ballets Canadiens, del Birmingham Royal Ballet, del Ballet del Teatro Teresa Carreño, de Venezuela; del Ballet de Monterrey; del Ballet Nacional de Panamá o del Ballet Concierto de Puerto Rico, entre otros artistas de Austria, Estados Unidos y Ucrania.
Fue un intenso Festival que nos permitió volver a abrazar a bailarines cubanos que han triunfado en otros países: José Manuel Carreño –de gran prosapia danzaria, uno de los grandes aportes de Cuba al ballet mundial–; el carismático Víctor Gilí (otro de gran estirpe, hoy maestro y director del Ballet Concierto, de Puerto Rico); Yosvani Ramos, actual director artístico del Ballet de Monterrey; Patricio Revé, primera figura del Queensland Ballet, en Australia; Esnel Ramos, de Les Grands Ballets Canadiens; Michel Parreño, del Ballet de Monterrey; Jonhal Fernández, del Ballet Spartanburg, en Estados Unidos; o Jose Iglesias, del Ballet del Teatro Nacional de Belgrado, en Serbia.
CONCERTISTAS Y UN REPERTORIO DIVERSO
Un valor añadido fue la presencia de valiosos músicos que contribuyeron al éxito de las funciones: la flautista Niurka González; los pianistas Daniela Rivero, Aldo López Gavilán y Marcos Madrigal, y el Cuarteto de Cuerdas Alma, todos de Cuba; el cellista y director de orquesta ruso Nikolay Shugaev; el director de orquesta venezolano Daniel Gil; e Idalgel Marquetti, pianista y directora de orquesta. Y los integrantes de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana «Alicia Alonso».
Fue el Festival una amplísima paleta de estilos, expresiones y modos de hacer y entender el hecho danzario: el baile en su más abarcadora tesitura, desde el más puro ballet romántico hasta las más actuales maneras de hacer danza: bailes folklóricos y representativos de las tradiciones populares (nuestro Conjunto Folklórico Nacional y la compañía mexicana de danza judía Anajnu Veatem); títulos del repertorio tradicional que no por gusto llamamos «clásicos»: desde una muy esperada temporada de El lago de los cisnes (cinco funciones en las que bailarines del bnc compartieron los papeles principales con artistas extranjeros invitados) hasta famosos pas de deux como los de El corsario, Paquita, Giselle, Don Quijote, El carnaval de Venecia y Diana y Acteón. Y obras del siglo xx que, partiendo de la herencia romántico-clásica, se han convertido en títulos muy esperados por los amantes del ballet (La muerte del cisne, Aguas primaverales, Las llamas de París o Espartaco, por ejemplo).
Un Festival, insisto, pródigo en lo diverso: desde Marius Petipa o Michel Fokine hasta Mats Ek o Angelin Preljocaj; desde George Balanchine o Asaf Messerer hasta Nacho Duato o Pontus Lidberg; desde Ben Stevenson o Uwe Scholz hasta Ohad Naharin, o Cathy Marston. Sin olvidar, ¡por supuesto!, a los coreógrafos cubanos: (en orden alfabético) Lizt Alfonso, Alberto Alonso, Alicia Alonso, Norge Cedeño, George Céspedes, Osnel Delgado, Gonzalo Galguera, Leiván García, Ely Regina Hernández, Esnel Ramos, Eduardo Rivero, Tania Vergara, y la española Susana Pous, que es ya nuestra.
El recién concluido Festival fue una auténtica convocatoria de estilos, personalidades y culturas contrastantes, sin marginaciones, que lo convirtieron en un digno y fiel heredero de los eventos anteriores.
¡Qué se podría añadir entonces! Un hermoso pensamiento para todos los que ya no están físicamente entre nosotros, pero son parte fundamental de esta historia.
Mucho se agradece la heroica tarea que implica haber organizado y llevado a feliz término un Festival de Ballet en circunstancias tan difíciles. Ha sido, sin duda, una obra de titanes, que merece la felicitación para todas las personalidades e instituciones que lo hicieron realidad.
De manera muy especial, a nuestros bailarines, que hicieron posible que cada vez que se abriera la cortina, por un breve espacio de tiempo, nos abstrajéramos de la cruda realidad y, citando las palabras de Alejo Carpentier, la danza se hiciera carne y habitara entre nosotros.