Cuando tenía 24 años y trabajaba como tramoyista en el cabaré El Criollo nunca se pudo imaginar que iba a ser un día la directora de esta UEB. Lo cierto es que 18 años en el mismo centro de trabajo la hicieron ganar experiencia en el sector, conocer a fondo las interioridades de esta labor y ganarse el respeto y el amor de sus compañeros.
Yosmery Gutiérrez Izquierdo, porque ese es su nombre, aunque la mayoría de la gente la conoce por el apodo de La Mora, tiene 42 años, es humana, solidaria, espontánea, risueña, intranquila, disfruta el ajetreo que tiene en su vida y a cualquier hora se le puede ver puntualizando detalles, revisando la elaboración de los alimentos, la limpieza de la unidad, gestionando insumos….
“Empecé siendo tramoyista en el cabaré y como terminaba tan tarde el show mi papá venía a recogerme. Lo mío era abrir y cerrar las cortinas del escenario, pero todos los días buscaba la forma de ser útil y lo mismo ayudaba en la cocina que en la limpieza. Como tenía solo 12 grado decidí superarme, desde abajo fui escalando y los años desempeñándome como Jefa de Servicio y después como segunda administradora me sirvieron de mucho para enfrentar ahora la tarea como directora de la UEB, que incluye el cabaré restaurante El Criollo, la cafetería El Criollito y la cremería Hermanos Cruz. Dirijo un total de 84 trabajadores que somos una gran familia”.
Según cuenta, de pequeña era traviesa, hiperactiva, participaba en todas las actividades de la escuela, lo mismo en una tabla gimnástica que dirigiendo el colectivo o el pelotón de ceremonia. En casa, su hermana y ella eran las cabecillas de las maldades que secundaban los dos hermanos, mucho más tranquilos.
“También soy muy sensible, recuerdo que un día me introduje plastilina en los oídos en el círculo porque no quería escuchar el llanto de unos niños y sin querer me rompí el tímpano de uno, quiere decir que desde pequeña me disgusta ver a la gente llorar, eso me estresa y me deprime. La risa es muy importante en mi vida.
“Para mí lo más sagrado es la familia y los compañeros de trabajo. Como no tengo hijos, mi madre es mi hija, mis sobrinas y sobrinos son mis tesoros. En el trabajo me mantengo casi todo el tiempo, así que son la otra parte de mi vida, y trato de ayudarlos, entenderlos y que siempre puedan contar conmigo, quizás eso es lo que hace que seamos un colectivo unido.
“Creo que mi mayor defecto es que soy abierta y espontánea, cuando me disgusta algo lo digo enseguida. Me gusta que las cosas se hagan correctamente, así que a veces me exploto si algo sale mal, pero me dura poco la molestia y vuelvo a reír a carcajadas al rato. La vida es muy corta para andar siempre con la cara larga por el enojo”, apuntó.
Su mayor alegría es tener a todos los que quiere con salud y asegura que estos años con la pandemia han sido tensos, tanto en el hogar como en el trabajo. Fue un gran reto mantenerse elaborando alimentos en las unidades para la venta a la población, llevarlos a las comunidades más cercanas, cuidando de no enfermar con la Covid-19, pero sabiendo que la gente necesitaba de su esfuerzo.
Ante la interrogante de cómo es capaz de lograr buenos resultados en una UEB con tantos trabajadores responde con su característica carcajada: “Dirigir es duro. Quiero que todo salga bien y nada falle, aun cuando la escasez de los productos marca el día a día. El decreto ley 28 me da facultades como directora de tener mayores posibilidades para gestionar, comprar, crear normas, precios y hasta plantillas y eso es bueno, pero lleva una mayor responsabilidad.
“Desde que se creó la UEB se notan cambios positivos, buen clima de trabajo, hay armonía, deseos de avanzar; de nosotros depende que el servicio a la población sea mejor y que los salarios sean superiores. Quisiera lograr la comercialización de El Criollo, que la gente venga al restaurante atraídos por el buen servicio y la exquisita comida, que en el cabaré el pueblo pueda disfrutar con los artistas nacionales, con el show y con todos los espacios diseñados para la juventud y la familia pinareña”.
Aunque La Mora tiene una oficina es difícil encontrarla ahí, lo mismo anda por el almacén que por las cocinas, destapando calderos, probando si la salsa es la adecuada, si el gramaje es correcto, atenta a la inocuidad de los alimentos, la limpieza de las áreas, el correcto uso del uniforme, que el menú cada día crezca, que los trabajadores se sientan felices. “En ningún lugar me siento como en mi trabajo y en mi país. Cuba es mi vida, mi casa, mi orgullo y aunque he visitado varios países como España puedo decir que para mí no hay nada como estar aquí, que me griten en el medio del parqueo o en la calle, Moraaaaaaaa y responder, dimeeeeeee. En otros países no soy nadie, me encanta saber que soy la Mora en Pinar del Río”.