“En general, el color es un medio para ejercer una influencia
directa sobre el alma. El color es la tecla. El ojo, el macillo. El alma es el
piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que, por esta o aquella
tecla, hace vibrar adecuadamente el alma humana”.
Kandinsky Vasili.
El silencio es preludio de apertura a la revelación, el silencio abre un paisaje glorioso a la temporalidad. Hubo un silencio antes de la creación, habrá silencio al fin de los tiempos. El silencio envuelve los grandes acontecimientos, opuesto es el mutismo, este los esconde. El silencio es una gran ceremonia para llegar al alma.
Las utopías transformadoras enarboladas por el arte y la sociedad sacudida por las circunstancias: metáforas, resistencias, intersticios, espejo, deslumbramiento, apariencia, sublime, sigilo. Son estas palabras de orden al enfrentarse como acercamiento primero a la producción artística más reciente de Juan Suárez Blanco (JSB). El confinamiento obligatorio resultó la posibilidad tangible para el artista clarividente, seguro de su inquietud intelectual, de su tesón sin tregua; en esto consiste también el arte, en observar y volver a mirar para encontrarse a uno mismo.
Zonas de silencio” es una aventura que nace como contrapunto a sus últimas presentaciones en La Habana y sobre todo a raíz del proyecto “Metáforas de la resistencia”. Su obra abstracta y expresionista no se reduce a un simple juego de texturas y experimentación, hay referencia objetiva al mundo exterior, sus temáticas tienden a establecer con la realidad un vínculo emocional, subjetivo, eminentemente dramático, sus interpretaciones se vuelven crónicas, poesías, imágenes sensuales, hablan en tantas lenguas como si se construyera una nueva Babel, te ordena callarte y te obliga a escuchar cuando el silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos.
He dedicado mucho tiempo a estudiar la creación artística del Miguel Ángel pinareño (JSB), al apreciar su obra me encuentro cada vez más con mis raíces y cada vez me reinvento en ese mundo mágico que él crea y se detiene en la poética del pasado, al instante, salta a lo moderno, al imperio de la simultaneidad que toma al tiempo como patrón de infinitos comportamientos.
Con estas nuevas propuestas creativas se llena de energía el escenario artístico pinareño. Zona de silencio le dejarán a esta ciudad huellas reales por cada arañazo causado en la contemporaneidad. Contrapunto y Metáforas de la resistencia constituyen un punto neurálgico en la plástica cubana por vaciar tantos sentidos y, a la vez, concebir tantas significaciones.
En su praxis artística el silencio continúa siendo, inevitablemente, una forma del lenguaje. Su personalidad serena y cautelosa es como ese poema exquisito de delicadeza, ese concierto de detalles donde el azar no tiene lugar.
El artista como hombre proclama y se enorgullece de su fe, como artista, se vale de su arte para reivindicar las fuentes de su identidad; percibe los peligros de la separación y el recogimiento de los tiempos de pandemia, siente el reto como creador de dimensión universal. No puede impedir verse conmovido por la fuerza irracional que emana de las distancias, el secreto y la meditación, a pesar de sus esfuerzos por sicologizar ese mundo y aprehenderlo de manera artística, para lo cual construye un entorno visual renovado.
Sus interpretaciones pictóricas le permitieron refugiarse en sí mismo, se mantienen importantes puentes de continuidad dentro de los cuales resalta el interés conceptual y la postura crítica. En sus impecables lienzos la soledad se convierte en seducción, lenguaje directo, en subterfugio.
Los sonidos estrepitosos se evidencian por medio de decisiones estéticas y formales que compensan el ruido y traen el silencio a la superficie como parte del acto contemplativo del observador de una obra de arte.
La totalidad de las piezas seleccionadas para la exhibición son complejas en su producción, de gran escala y fuertes contrastes; colores, comunicación y modernidad alternan las potencialidades expresivas como resistencia frente a las adversidades.
Con la serie de cuadros escultóricos Conexión y Erosión, se asiste al alumbramiento místico de Cuba, aluden a la colonización que hoy sufre la Cultura Nacional. Juan es el elegido, está inspirado y seguro de sus fuerzas. Como vigilia del tiempo las obras: Nubes blanca, azul y rosa, producen un discurso dinámico en el que transita de la Academia a la abstracción; cada combinación es una interrogación, tratando de conciliar contradicciones entre ficción y representación, mediante poéticas discursivas y fenómenos naturales en los que se debate la vida del hombre sin las fronteras del horizonte, lo intenta mediante la fusión de lo espiritual y lo material precisamente en lo que ambos tienen de las prolongaciones simbólicas de uno en otro como un guiño apasionado y enérgico.
La colina herida y Donatello entre las fieras emergen como el enorme e incómodo silencio que hemos diseñado para disfrazar nuestros miedos. En ellas brotan grandes gestos expresivos surgidos del interior del alma humana para revelar la inmediatez, intensidad y rapidez de algunos sucesos vividos en los momentos más difíciles de la península en los últimos años.
El movimiento y la luz son recursos narrativos que no se agotan en un instante; contrastan, sin embargo, con las posibilidades que ofrecen los cuadros como espacios de contemplación, con la manera en que permite una mirada lenta que se ve enriquecida poco a poco con los hallazgos que nos procura, con un misticismo que no concluye en su simple percepción.
Una vez más Pinar del Río, sus calles, la galería Arturo Regueiro y su gente, reciben al Maestro para intercambiar, proponer, propiciar un ambiente participativo, cuestionador y de compromiso con la diversidad cultural, como vía para reconocernos como cubanos, razonar nuestra realidad desde dentro y establecer la defensa de nuestros orígenes.
Suárez Blanco con un sui-géneris sentido de la observación y una aguda sensibilidad traspasa los límites de lo anecdótico y lo descriptivo, al imprimirles a sus obras un elevado simbolismo a través de sus complementos creativos. Esta exposición personal del artista sigue una trayectoria imposible de encasillar desde los principios que rigen la organización de la práctica artística, explora las distancias y el tiempo como núcleo de la existencia humana, con una auténtica interpretación de que el camino es recuerdo, memoria de quien ya se fue; en las zonas de silencio de Juan siempre existirá el vestuario ideal para quiméricos dueños.
Las historias, las metáforas, muchas veces parten del imaginario colectivo para volver, tras la curva de la parábola, a la propia sabia de los pueblos. La realidad es más asombrosa que la fantasía, ha dicho García Márquez; pero la fantasía ayuda a construir la realidad, la hace más humana.
En esta nueva propuesta plástica el autor se convierte en protagonista de un discurso despojado de cualquier atadura que lo someta a las etiquetas de corrientes estéticas canonizadas por el mercado de obras de arte, su estilo nace de la energía espiritual y lo sitúa como una personalidad singular, consiguiendo escapar de la fascinación de los centros de poder sobre artistas.